“Es lo más parecido a un disco de jazz contemporáneo, aunque tampoco sería exacto. Las nuevas canciones de David Bowie son una bestia difícil de clasificar y mucho menos de domar”
EFE EME asistió a la escucha del próximo disco del músico londinense, que verá la luz el 8 de enero. Un álbum que, según Óscar García Blesa, trae al mejor Bowie de vuelta.
Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.
Fantaseemos con la idea del regreso del mejor David Bowie por un momento. ¿Ya? Después de escuchar su nuevo disco, el fenomenal “Blackstar”, uno no necesita de rezos ni resurrecciones milagrosas. La nueva colección de canciones del Duque Blanco esta ya entre lo mejor de su dilatada obra. Poca broma.
Después de su sorprendente y brillante regreso en 2013 con el inesperado “The next day”, Bowie abandona definitivamente el rock en esta nueva entrega. No lo busquen, no ha venido. Anudado artísticamente a Tony Visconti (productor, amigo y confidente en sus titubeantes comienzos, en su despegue con “The man who sold the world” o construyendo “Diamond Dogs”, “Young Americans” o “Scary Monsters”), “Blackstar” es lo más parecido a un disco de jazz contemporáneo, aunque tampoco sería exacto. Las nuevas canciones de David Bowie son una bestia difícil de clasificar y mucho menos de domar.
Una sola escucha del álbum resulta poca cosa para desentrañar toda la música que se esconde dentro, imposible comprender de un solo sorbo cada uno de los requiebros que aportan las siete piezas (canciones resultaría un título poco atinado) incluidas en esta “Estrella Negra”. Al finalizar uno no puede dejar de sentir verdadera fascinación por la capacidad de este gigante para reinventar a cada paso un panorama musical cada vez más mimético.
Los seguidores más encendidos sentirán verdadera emoción cuando abran la caja de truenos que supone este nuevo hallazgo musical. Todo es nuevo, pero todo en él es David Bowie. Claro que hay ecos de la trilogía berlinesa, el espejo más cercano a esta nueva propuesta, aunque tienen aquí sabor a club de jazz del Village de Nueva York. Visconti ha declarado que un gran músico de rock puede aproximarse al jazz, pero nada iguala la frescura de unverdadero músico de jazz abordando de manera improvisada la esencia rockista. Y es precisamente ese el triunfo de este trabajo. Aparecen trombas de percusión (todo es música real, todo tocado, olvídense de samplers), solos esquizofrénicos de saxo verdaderamente colosales y David Bowie cantando mejor que nunca. El disco suena grande, groseramente perfecto, una delicia.
El corte que da título al álbum (y la primera en presentarse hace algunas semanas) es una suite obsesiva de diez minutos dividida en tres partes, una película con introducción, nudo y desenlace en toda regla. Puestos a buscar referencias en el imaginario de Bowie bien podría encajar levemente en “Station to station”.
‘Tis a pity she was a whore’ cede todo el protagonismo melódico al saxo y ‘Lazarus’, elemento recogido en el musical recientemente estrenado en Broadway, es pura atmosfera jazzy; sofisticado y elegante, pura clase.
‘Sue (or in a season of crime)’ ya aparecía en el penúltimo recopilatorio del artista, “Nothing has changed”, y es otro potente ejercicio de estilo cinematográfico de casi ocho minutos. ‘Girl loves me’ es exquisita con potentes guiños electrónicos, ‘Dollar days’ tiene de nuevo al saxo como protagonista, perezosa en su arranque, conmueve según avanza. Cierra el disco ‘I can`t give everything away’, quizás la melodía más hermosa de todo el álbum y que clausura magistralmente una obra de arte.
“Blackstar” se pone a la venta el próximo 8 de enero, el mismo día en el que David Bowie cumplirá 69 años. El álbum número 25 en su discografía es superior a “The next day” (2013), claramente destacado frente a “Hours” (1999), “Heathen” (2002) y “Reality” (2003) y emparenta en audacia con el “Earthling” de 1997. Nos encontramos ante el mejor Bowie de los últimos 20 años. Un milagro.
La escucha del nuevo disco de David Bowie coincide con la llegada de los jinetes del espacio, ya saben: Luke Skywalker, Han Solo y el resto de habitantes de la muy, muy lejana galaxia. Como seguidor de ambas sagas (la galáctica y la discografía de Bowie), hoy uno se siente afortunado. Solo de poder imaginar escuchar algún día estas canciones en directo uno verdaderamente quiere creer en los milagros. Que la fuerza nos acompañe.